Mi Primera Guinness
- Viaja Great
- 15 may
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Les puedo contar que siempre me negué a ser fan de la cerveza. En realidad, no me gusta mucho. No me apetece tomar una cerveza en un día de calor, y a mi gusto y parecer, sólo algunas marcas me podrían llegar a agradar. Pero definitivamente no es mi bebida favorita. Podría decirse que soy más vinera que cervecera.
Sin embargo, durante mi estadía en Irlanda, mientras hacía el tour hacia los Acantilados de Moher, paramos con otros turistas en un restaurante en Doolin llamado Fitzˋs Pub, y lo primero que me preguntaron fue si ya había probado la cerveza Guinness. Pues, les dije que no, y ellos me respondieron que ésta era la oportunidad perfecta. Entonces luego de pensarlo un poco pedí en forma dudosa una media pinta.
Con el tiempo, mientras vivía en Irlanda, entendí que era inevitable tomar una Guinness, pues está por todas partes: en cada bar, en cada ciudad, siempre hay una pinta esperando ser degustada. Curiosamente, lo que menos veía eran latas o botellas de Guinness en los supermercados; lo común era que te la sirvieran directamente del barril metálico.
Continuando con el relato en Doolin, entonces pedí la media pinta, y ¿qué sucedió?, pues que me terminó gustando. La Guinness tenía un sabor más intenso, tenía cuerpo, se sentía el sabor de la cebada.
Ese día me marcó, no solo por los vientos fuertes y la vista panorámica del acantilado, o por la buena compañía, sino por ese momento preciso: probar la Guinness por primera vez.
Con el tiempo, la Guinness ya era parte de una salida y cuando llegó el momento de despedirme de Irlanda, lo hice también con una pinta en la mano.
Podría contarles también la historia de cómo se creó la Guinness… pero eso lo dejo para otra ocasión.
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